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12. DANIEL FELIPE RODRIGUEZ 2 de Agosto de 1985, Bogotá D.C

miércoles



PASA EL VIENTO DE AGOSTO SOBRE LA CALLE


Como un marinero ebrio entonando sus canciones de campaña
y las casas se mueven tal como
se moverían las ramas de los árboles en las playas
o como se moverían los corazones flameantes
de las mujeres abandonadas en los puertos atracados.

Enciendo un cigarrillo
y asciendo hasta el asta de mi ventana.
desde allí observo la inmensidad que la palabra no alcanza:
la línea que se curva mientras la eternidad avanza.

Las calles se convierten en un océano desplegado
que se rompe las espaldas en las esquinas
levantando olas asfálticas sobre los arrecifes
de metal labranza
y a lo lejos diviso
a los hombres trasegar
como barcas sin rumbo
sobre los mil caminos que les abre la mar.

Barcos ebrios que se mecen sobre el reflejo lunar
barcos destruidos, de proas desdentadas, que desbocados caen sobre la inmensidad,
barcos fuertes que elevan sus anclas y portentosos dejan su rastro blanquecino serpenteando en las aguas mansas,
barcos leves como sueños que en el horizonte naufragan,
barcos que escupen los vapores tóxicos de sus viajes anodinos
y barcos frágiles que trashuman con destino a las estrellas que se van.
yo también arrojo mis ristres y mis cigarrillos sobre el océano incierto
que desplegado se abre como una ciudad;
mi barco se empapa de su oscuridad
y sus marineros ebrios por falta de aventuras y riquezas
como flemáticas olas contra mí se alzan

- Son mis demonios –
- Son mis demonios – me digo

Y me agazapo en un rincón de la barcaza
desde donde observo como mis gatos en altamar cazan en el aire a sus ratones de agua;
me siento caer de espaldas, sobre caminos nunca antes navegados
e intento arrojarme por la borda por temor a no llegar a mi itaca.

La luna también gira su timón de agosto que envejece
sobre la inagotable estela de la mar,
los árboles, las casas y los corazones flameantes
encuentran en el primer trinar de las aves del sol su paz,

Y los hombres tristes
vuelven a sus casas
como barcos inhóspitos
que emprendido su rumbo
jamás habrán de regresar.

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