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17. DIEGO ANDRÉS ÁVILA, 4 Marzo de 1985. Bogotá D.C

martes



ADÁN Y EVA EN EL PRIMER DÍA DE ESCUELA
(BAR PLÁSTICO)





Cansado de involucrarse con ciborgs desobedientes de apariencia femenina, Niño Bien acude al Corazón Sacro en busca de una mujer de verdad. Contrario a lo que parece, ese no es un sitio de los Marginales, sino un lugar donde se siguen los procedimientos. La vieja división de los baños es prueba de ello. Uno con muñeco y el otro con muñeca, en cada puerta. Todos llegan al caer la tarde y escapan, como pueden, antes de la alborada. Allí tienen como regla vestir ropa de plástico. Es más de la media noche. Mujer hace su show dentro de una jaula de plástico ubicada sobre la tarima, con un micrófono de plástico y forrada con el rollo de plástico que protege la comida y por el que todos pagan a la entrada. Los hombres del lugar, ávidos de polietileno fresco, le lanzan billetes de vinilo y ella los recibe apurada. 
Detrás de la barra de icopor, Joven Masoch prepara los tragos. Dos hombres, copa de acrílico en mano, dan su espalda a la diversión. Cuando uno de ellos ve a Niño Bien ponerse la chaqueta de postor, le dice al otro:
―Aprovechemos la participación de ese. Te doy veinte segundos.  Tú dame quince más, que lo haré a la perfección.
Joven Masoch queda petrificado. Los tipos lo miran con lástima. Beben sus tragos al tiempo. Piden otro. Siguen con su plan. Joven Masoch mira a su alrededor, y al ver a los demás trabajadores, recuerda que, de todos los aspirantes, él no es el favorito a Gran Jefe.
―Tu cheque de adelanto ―le dice Conserje Mequetrefe. 
―Muchas gracias.
―¿Alguna novedad?
Los dos hombres de la barra lo miran fijo.
―No señor ―responde Joven Masoch. 

Los postores siguen lanzando dinero plástico. Mujer sigue cantando. Niño Bien arroja una moneda de acetato, del más fino y escaso, dentro de la jaula de plástico. La cantante calla y se le lanza a los brazos.
Desde su trono de caucho, Conserje Mequetrefe, quien ahora es Gran Jefe, es el primero en aplaudir. Mira complacido. De joven nadie le creyó que algún día sería el dueño del único bar para sordomudos del planeta. Nadie se explicaba cómo lo había logrado, máxime cuando tomó posesión del cargo la madrugada anterior. Ve hacia la barra y alza su botella de poliuretano para brindar en la distancia con Joven Masoch, quien alza una copa y sonríe. 
Los demás patean sus mesas mientras miran hacia el cuarto al que Niño Bien conduce a la cantante. Miran cómo la despoja de su traje-película-de-plástico. Miran cómo le da cada instrucción, cada orden susurrada, de acuerdo a los protocolos establecidos para el cortejo de mujeres, y miran cómo ella obedece. Niño Bien sonríe. Todo se puede ver a través de las paredes plásticas de la habitación. Nadie escucha el disparo, pero algunos voltean a mirar cuando sienten el golpe. El cuerpo en el suelo. El trono vacío. Se apresuran a atenderlo, pero el impacto es contundente. Una bala de goma acaba con la vida del dueño del Corazón Sacro. 
Niño Bien y Mujer escapan aprovechando el desorden.
A las seis de la tarde del día siguiente, Joven Masoch está sentado sobre el trono de caucho. Los tipos de seguridad controlan la entrada de los asistentes. Cocinero Pusilánime, Mesero Timorato y los demás trabajadores del lugar esperan con ansia la llegada de los dos mejores clientes del bar, y de algún millonario. El nuevo Gran Jefe toma un micrófono de plástico y anuncia para todos los presentes que pronto empezará el espectáculo de la nueva cantante, quien luce más que radiante.

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