25.JUAN E. VILLEGAS RESTREPO. Medellín, 7 de septiembre de 1985.
miércoles
Historia del jardín recuperado
Primero fue el fruto del árbol que dos niños confundieron con columpio
el menosprecio de la serpentina que abrazaba la raíz.
El destierro envuelto en piel como regalo para aquel que riese.
Después vino la pera con su pezón oriental sin rastro de leche
con sus espadas como lenguas saboreando especias
con sus espejos honestos en donde el otro se vio por última vez.
Hoy dicen que es manzana dulce, y aceptan que es redonda.
Alegan, eso sí, que su centro es verde, siempre verde:
Hoy sabemos que es brillante para quien no tenga ojos.
Y así, la historia se va resbalando sobre tres frutas.
Atrás un árbol como testigo
adelante una raíz con locura de tímpano.
Pero entonces vuelve la especia, la pimienta
y los ojos de los hijos de los hijos que la perdieron o la robaron
reclaman la leche pero no la pera. Incitan también al golpe.
Y por un momento el culo de Midas se queda sin apéndice
por un momento somos cuerpo, y nos mecemos,
y jugamos sobre un árbol cantor.
Y con eso basta
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24. JORGE VALBUENA, 31 de Diciembre de 1985.
Gramática de los cielos
Mi
primera gramática fue de nubes. Mi abuelo veía barcos donde yo veía orugas. “Una nube puede ser muchas cosas –me
decía- quizá mi barco sea tu oruga, si la
nube echa alas el mío se convertirá en avión y la tuya en mariposa.” Así
coleccioné mis primeras lecturas. Algunas eran trágicas cuando terminaban
atravesadas por un relámpago (no siempre las nubes cuentan historias
inofensivas) otras me hacían reír hasta que caía la tarde.
Mi
abuelo siempre fue un gran lector, incluso cuando llegó a buscarlo la ceguera,
me advertía que no me confiara de lo que creía haber visto en las nubes si
quería llegar algún día a leer la noche. Yo no lo creía cierto, siempre pensé
que era una más de sus motivaciones para hacerme recordar nuestra costumbre;
hasta aquel atardecer que caminé con él bajo la lluvia. “No abras el paraguas –me dijo-
escucha lo que hemos escrito tantas veces, allá arriba, en nuestro idioma.”
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23. NATHALY DÍAZ CRUZ. 16 de Octubre de 1985. Bogotá D.C
martes
Entre sueños
“¿No
muero y nazco cada día,
cada
vez que mi cuerpo entra
o
sale de los sueños?”
Juan
Manuel Roca
¡No quiero que mueras,
no quiero morir!
balbuceaba mi hermana
entre el pavoroso llanto de sus pesadillas
Pedía le prometiera
su mundo jamás le sería desconocido
que el reparto de su historia
nunca cambiaria de actores
Se resistía a aceptar la visita de la luna
guardaba la luz de su cuarto
como un fuego eterno
e imploraba con los ojos abiertos
esperando el amanecer
Odiando la compañía de su jungla de felpa
se acercaba a mi almohada
buscando un sonido vívido
que le convenciera
de que en la cama
sólo se finge morir,
que se vive entre sueños.
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22. JULIO CESAR MEDRANO PEREZ 18 de Agosto 1985. Tunja Boyacá.
A Las
Ratas también
les
preocupan los cigarrillos
Las
cuchillas oxidadas que dejaste sobre el retrete gruñían por mi sangre, querían
morder mis mejillas de nuevo, pero en lugar de hacer el ritual de desollarme el
rostro, elevé mi cuerpo como un suricato dando aviso de la conquista y volví la
mirada hacia tu obsequio de aniversario: una inmensa grieta en el cielo por
donde caía una lluvia de cabezas de pescado, y las cuchillas rieron mientras
las cabezas caían sobre las alas de Gregorio Samsa, sobre tus zapatos verdes de
tacón alto, se precipitaban a oler el libido perfume de Marguerite Yourcenar,
caían ligeramente sobre los cigarros, mis cigarros, porque fumo, ¿lo recuerdas?
Las ratas dejaron de fijarse en mí, se cansaron que mi carne supiera a café con vino, que no me lavara el pelo, que hubiera dejado de ser el mismo desde tu partida, dejaron de fijarse en mí porque les preocupaban más los cigarrillos, y en lugar de golpearlas, te escribía, y con bolígrafo, porque escribo, ¿lo recuerdas?
Tu cenicero reposaba sobre mi cabeza, aguardaba ser inundado, culminado, ser
bien servido por mi angustia, ser útil instrumento de guerra, ser asesino, ser
violador de mis dedos para conocer el sabor de tus piernas, pero no le
interesaba ser día o ser noche, si volvías por él o por mí, no le interesaba si
te daban flores o espinos, porque es inerte, ¿lo recuerdas?
Lindo regalo, como hubiera querido poder compartirlo con el grillo que no dio
ni un instante de consuelo a mis oídos, con aquel astronauta que desde su luna
lanzó su casco a mi tejado, con la carroña que me miraba desde el suelo con
todas sus tripas reventadas, y por supuesto, con la muerte que me acecha más a
menudo desde que te la llevaste: la máquina, la de escribir, porque escribo,
¿lo recuerdas?
Las ratas hurtaron mis cigarrillos, quería acabarlas, pero en lugar de discutir con ellas, sonreí, como un bien inoportuno sonreí. No pude vomitarles conejitos como lo haría Cortázar, pero pude embriagarlas y retorcerles el cuello como lo haría Bukowski, no pude atrasar el despertador de mi vecina, pero pude convertirme en cántico busetero, y no pude aplastar al grillo pero pude enviarle una postal pidiéndole que por favor cesara de tocar su violín sofocante, porque la vida es un cuento, ¿lo recuerdas?
El espacio se colmó de mi humo gris. Como las aborrezco, rieron a carcajadas
mientras los fumaron todos uno por uno, celebraron porque supieron del veneno
que le puse a sus galletas. Disimulé la traición y recogí, cabeza por cabeza,
tu lluvia de aniversario, que lindo regalo, sabías que odio el pescado como
odio afeitarme, que lo odio como amo a tu cenicero, porque también amo, ¿lo
recuerdas?
Una cabecita salió de su escondite y se burló del rostro con el que me dejaste plantado en el espejo un día, no me importó, se burló de mi cántico busetero, sonreí, se burló que en mi pecho aún estuviese abierta la herida, en seguida tomé uno de tus zapatos verdes de tacón alto y lo aventé hacia la pared para aterrorizarla, pero en lugar de huir me brindó un cigarrillo, mi cigarrillo, lo acepté pensando en que ese era el mejor obsequio del día, porque fumo, ¿lo recuerdas?
Decidí convertirme en humano y salir por un poco de vino y más cigarrillos,
porque cuando te largaste me bautizaste rata,
¿lo recuerdas?
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