BIENVENIDOS ESTE ES UN ESPACIO PARA LA LITERATURA JOVEN

Los 27 del 85

jueves


Por: Tatik Carrión

“No soy tan joven como para saberlo todo”
Óscar Wilde.



Convocar escritores, es fácil. Lo difícil es que sean de 1985.

Una noche en Pamplona Norte de Santander compartiendo con la escritora Johanna Rozo, nos preguntamos cómo celebraríamos nuestros VEINTISIETE AÑOS, teniendo en cuenta que esta edad ha marcado profundamente a la generación de los 70’s y 80’s y sin ir más lejos, a cada una de nosotras.

Se nos ocurrió que podría ser con una convocatoria nacional que permitiera la participación de hombres y mujeres dedicados a la escritura y que hayan nacido en 1985 y que en el momento de su participación tuvieran 27 años. El festejo se haría  “colectivo”.

Los suicidios y la muerte en extrañas condiciones de artistas famosos han de alguna manera repercutido en las obras de los escritores y los artistas. Muchos de nosotros somos seguidores de los difuntos del “Club de los 27”, recordemos a Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain y Amy Winehouse, entre otros; por esto y porque en 1985 sucedieron eventos que nuestro país todavía no olvida como la tragedia de Armero, la toma del Palacio de Justicia, la erupción volcánica del Nevado del Ruíz, la televisión por suscripción, la muerte del poeta Eduardo Carranza, la publicación de la novela “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez…

En otras partes del mundo sucede, la muerte de Ítalo Calvino, el paso del Cometa Halley y la declaración de la ONU como el año de la juventud.

Después de hacer una contextualización histórica, decidimos difundir las bases de la convocatoria y trabajar semanalmente en la publicación de los textos y las imágenes.

Los textos publicados en el blog, son todos los que recibimos, por lo tanto no hubo selección de los participantes. Quizá resultó siendo una sorpresa para todos, en la que se rescata la inclusión y la variedad.

Con asombro podemos ver en algunos de los participantes, la rigurosidad en el lenguaje, su entrega entrañable durante años a la escritura y sus reconocimientos a nivel literario; también destacamos a los nuevos, los que llevan poco tiempo escribiendo y quienes en un acto de valentía enviaron sus textos para apoyar nuestra convocatoria.

Las convocatorias, publicaciones, encuentros y concursos, no tienen un fin distinto a la motivación y al reconocimiento entre nosotros mismos, a fin de establecer redes de solidaridad y apoyo, porque no vale la pena asumir la escritura sin el cariño y la ayuda de los otros autores. Sabemos que el ejercicio se desarrolla de una forma desolada, individual y profunda, debemos abrirnos a la crítica, al diálogo constante y al aprendizaje con aquellos quienes aman, eligen y desean dedicarse a la literatura.

Y como ya no somos tan jóvenes como para saberlo todo, (parafraseando a Óscar Wilde), recibimos sus comentarios, dudas y aportes.



Tatik Carrión - Johanna Marcela Rozo

27. DUFAY BUSTAMANTE, Pereira, 13 de Agosto de 1985

martes


Poema de la Tienda Prada








No entablaré diálogos de paz

con las noches del pasado.

Los ecos y los fantasmas

no reciben trompadas,

no sentirán los pasos,

las ráfagas del verso.

Hay un germen,

cenizas en los días

y la música.

26. ÓSCAR HUMBERTO MEJÍA BLANCO, Bucaramanga, 9 de diciembre de 1985.

lunes



Mamá, déjame regresar



El sueño comienza así. Busco mi camino a casa; ando sin camisa y descalzo en la mitad de un día caluroso. Cada cuadra que dejo atrás revive los días de mi pasado. De vez en cuando, alguna cara familiar pero innombrable, y en las ramas de los árboles, adornos hechos con las tapas de la leche instantánea. Es Navidad, y esas ruinas son las casas de mis amigos. Las piedras bajo mis pies no lastiman ni el hambre en mi estómago. Continúo caminando. Llegó al final de la calle, es un camino empinado y estrecho que bordea una montaña. 

Alzo el rostro: delante de mí, separada por un vacío, hay otra, que es pálida y extraña. La surcan caminos labrados por la lluvia. Adivino en esas líneas la cabeza de un elefante africano, las orejas grandes, los marfiles largos. El resto de la masa rocosa es el cuerpo de un animal indefinible. Puedo ver escamas armándose entre los árboles secos y caminos de polvo nunca transitados. Intento seguir mi camino; mi casa está al final de la ruta; pero el barro y los charcos borran la línea que vengo siguiendo. Entonces, recuerdo lo que mamá dice de ver en sueños barro y agua lodosa: es un mal agüero; retrocedo. Busco otro punto de paso. Miro de nuevo al animal dormido. La tierra tiembla levemente, el elefante abre sus ojos, levanta su trompa de roca señalando un desvío detrás de las ramas secas y los portales de las casas derrumbadas.

Ingreso. Detrás de los arbustos y las paredes está mi madre; viste fabulosamente y me dice que me apresure, porque vamos tarde a la ceremonia de mi grado. Entro a mi casa de la infancia. Corro por pasillos familiares, busco mis zapatos y mi ropa, pero todo es en vano. 

Solo están mis invencibles camisas a cuadros y pantalones de niño; mis zapatos deportivos de suela gruesa. “En el otro cajón”, me llega su voz: allí está el traje, uno negro de corbata también negra y los zapatos italianos que me quedan a la medida. Luego viene a revisarme, que si el nudo de mi corbata está bien, que si la línea del trasero de mi pantalón está en su puesto... Corremos, no hay tiempo que perder, de entre la maleza sale un automóvil que hemos llamado con la mente. Así llegamos a la ceremonia; esperamos a que pronuncien mi nombre. Ahí viene: “Óscar Humb…”, subo a la tarima y espero el diploma, que no aparece: vacilan un momento, el cartón no está, en la confusión digo palabrotas de varios calibres y cito a los cuatro vientos las ventajas de la planeación y la organización. Finalmente lo encuentran, y lo recibo de mala gana; salgo del recinto quejándome del mal trato recibido.

A la salida la llovizna empieza de nuevo (yo había soñado o vivido días de incesante lluvia). Caminamos y no nos importa mojarnos. Tengo la costumbre de ir siempre al frente, pero luego dejo de escuchar los pasos de mamá.

Miro hacia atrás, mi madre se ha hecho al lado de la vía, sobre un andén. Me señala que el taxi ha llegado, que regrese. Y así lo hago; mientras voy hacía ella, me doy cuenta de que una luz la cubre, un aura blanca que impide que la lluvia la toque. Mamá me mira y sonríe; soy feliz. Corro hacia ella, me quito el traje, los zapatos, la ropa interior y salto a sus brazos. 

Ella me recibe, me arrulla en sus brazos ahora hechos a mi medida; me cubre con una manta, subimos al automóvil. Me duermo dentro de sus pechos, y despierto y lloro a cada tanto. Besa mis mejillas y canta una canción de cuna. El sueño termina así, un 9 de diciembre de 1985.


25.JUAN E. VILLEGAS RESTREPO. Medellín, 7 de septiembre de 1985.

miércoles


Historia del jardín recuperado




Primero fue el fruto del árbol que dos niños confundieron con columpio
el menosprecio de la serpentina que abrazaba la raíz. 

El destierro envuelto en piel como regalo para aquel que riese. 

Después vino la pera con su pezón oriental sin rastro de leche
con sus espadas como lenguas saboreando especias 
con sus espejos honestos en donde el otro se vio por última vez.

Hoy dicen que es manzana dulce, y aceptan que es redonda. 

Alegan, eso sí, que su centro es verde, siempre verde:
Hoy sabemos que es brillante para quien no tenga ojos.

Y así, la historia se va resbalando sobre tres frutas.
Atrás un árbol como testigo
adelante una raíz con locura de tímpano.

Pero entonces vuelve la especia, la pimienta  
y los ojos de los hijos de los hijos que la perdieron o la robaron
reclaman la leche pero no la pera. Incitan también al golpe. 


Y por un momento el culo de Midas se queda sin apéndice
por un momento somos cuerpo, y nos mecemos, 

y jugamos sobre un árbol cantor.


Y con eso basta

24. JORGE VALBUENA, 31 de Diciembre de 1985.



Gramática de los cielos
 

Mi primera gramática fue de nubes. Mi abuelo veía barcos donde yo veía orugas. “Una nube puede ser muchas cosas –me decía- quizá mi barco sea tu oruga, si la nube echa alas el mío se convertirá en avión y la tuya en mariposa.” Así coleccioné mis primeras lecturas. Algunas eran trágicas cuando terminaban atravesadas por un relámpago (no siempre las nubes cuentan historias inofensivas) otras me hacían reír hasta que caía la tarde.
Mi abuelo siempre fue un gran lector, incluso cuando llegó a buscarlo la ceguera, me advertía que no me confiara de lo que creía haber visto en las nubes si quería llegar algún día a leer la noche. Yo no lo creía cierto, siempre pensé que era una más de sus motivaciones para hacerme recordar nuestra costumbre; hasta aquel atardecer que caminé con él bajo la lluvia. “No abras el paraguas –me dijo- escucha lo que hemos escrito tantas veces, allá arriba, en nuestro idioma.” 



23. NATHALY DÍAZ CRUZ. 16 de Octubre de 1985. Bogotá D.C

martes


Entre sueños


“¿No muero y nazco cada día,
cada vez que mi cuerpo entra
o sale de los sueños?”
Juan Manuel Roca





¡No quiero que mueras,
no quiero morir!
balbuceaba mi hermana
entre el pavoroso llanto de sus pesadillas

Pedía le prometiera
su mundo jamás le sería desconocido
que el reparto de su historia
nunca cambiaria de actores

Se resistía a aceptar la visita de la luna
guardaba la luz de su cuarto
como un fuego eterno
e imploraba con los ojos abiertos
esperando el amanecer

Odiando la compañía de su jungla de felpa
se acercaba a mi almohada
buscando un sonido vívido
que le convenciera
de que en la cama
sólo se finge morir,
que se vive entre sueños.

22. JULIO CESAR MEDRANO PEREZ 18 de Agosto 1985. Tunja Boyacá.


A Las Ratas también
les preocupan los cigarrillos


Las cuchillas oxidadas que dejaste sobre el retrete gruñían por mi sangre, querían morder mis mejillas de nuevo, pero en lugar de hacer el ritual de desollarme el rostro, elevé mi cuerpo como un suricato dando aviso de la conquista y volví la mirada hacia tu obsequio de aniversario: una inmensa grieta en el cielo por donde caía una lluvia de cabezas de pescado, y las cuchillas rieron mientras las cabezas caían sobre las alas de Gregorio Samsa, sobre tus zapatos verdes de tacón alto, se precipitaban a oler el libido perfume de Marguerite Yourcenar, caían ligeramente sobre los cigarros, mis cigarros, porque fumo, ¿lo recuerdas?

Las ratas dejaron de fijarse en mí, se cansaron que mi carne supiera a café con vino, que no me lavara el pelo, que hubiera dejado de ser el mismo desde tu partida, dejaron de fijarse en mí porque les preocupaban más los cigarrillos, y en lugar de golpearlas, te escribía, y con bolígrafo, porque escribo, ¿lo recuerdas?


Tu cenicero reposaba sobre mi cabeza, aguardaba ser inundado, culminado, ser bien servido por mi angustia, ser útil instrumento de guerra, ser asesino, ser violador de mis dedos para conocer el sabor de tus piernas, pero no le interesaba ser día o ser noche, si volvías por él o por mí, no le interesaba si te daban flores o espinos, porque es inerte, ¿lo recuerdas?


Lindo regalo, como hubiera querido poder compartirlo con el grillo que no dio ni un instante de consuelo a mis oídos, con aquel astronauta que desde su luna lanzó su casco a mi tejado, con la carroña que me miraba desde el suelo con todas sus tripas reventadas, y por supuesto, con la muerte que me acecha más a menudo desde que te la llevaste: la máquina, la de escribir, porque escribo, ¿lo recuerdas?


Las ratas hurtaron mis cigarrillos, quería acabarlas, pero en lugar de discutir con ellas, sonreí, como un bien inoportuno sonreí. No pude vomitarles conejitos como lo haría Cortázar, pero pude embriagarlas y retorcerles el cuello como lo haría Bukowski, no pude atrasar el despertador de mi vecina, pero pude convertirme en cántico busetero, y no pude aplastar al grillo pero pude enviarle una postal pidiéndole que por favor cesara de tocar su violín sofocante, porque la vida es un cuento, ¿lo recuerdas?




El espacio se colmó de mi humo gris. Como las aborrezco, rieron a carcajadas mientras los fumaron todos uno por uno, celebraron porque supieron del veneno que le puse a sus galletas. Disimulé la traición y recogí, cabeza por cabeza, tu lluvia de aniversario, que lindo regalo, sabías que odio el pescado como odio afeitarme, que lo odio como amo a tu cenicero, porque también amo, ¿lo recuerdas?


Una cabecita salió de su escondite y se burló del rostro con el que me dejaste plantado en el espejo un día, no me importó, se burló de mi cántico busetero, sonreí, se burló que en mi pecho aún estuviese abierta la herida, en seguida tomé uno de tus zapatos verdes de tacón alto y lo aventé hacia la pared para aterrorizarla, pero en lugar de huir me brindó un cigarrillo, mi cigarrillo, lo acepté pensando en que ese era el mejor obsequio del día, porque fumo, ¿lo recuerdas?


Decidí convertirme en humano y salir por un poco de vino y más cigarrillos, porque cuando te largaste me bautizaste rata,

¿lo recuerdas?