A Las
Ratas también
les
preocupan los cigarrillos
Las
cuchillas oxidadas que dejaste sobre el retrete gruñían por mi sangre, querían
morder mis mejillas de nuevo, pero en lugar de hacer el ritual de desollarme el
rostro, elevé mi cuerpo como un suricato dando aviso de la conquista y volví la
mirada hacia tu obsequio de aniversario: una inmensa grieta en el cielo por
donde caía una lluvia de cabezas de pescado, y las cuchillas rieron mientras
las cabezas caían sobre las alas de Gregorio Samsa, sobre tus zapatos verdes de
tacón alto, se precipitaban a oler el libido perfume de Marguerite Yourcenar,
caían ligeramente sobre los cigarros, mis cigarros, porque fumo, ¿lo recuerdas?
Las ratas dejaron de fijarse en mí, se cansaron que mi carne supiera a café con
vino, que no me lavara el pelo, que hubiera dejado de ser el mismo desde tu
partida, dejaron de fijarse en mí porque les preocupaban más los cigarrillos, y
en lugar de golpearlas, te escribía, y con bolígrafo, porque escribo, ¿lo
recuerdas?
Tu cenicero reposaba sobre mi cabeza, aguardaba ser inundado, culminado, ser
bien servido por mi angustia, ser útil instrumento de guerra, ser asesino, ser
violador de mis dedos para conocer el sabor de tus piernas, pero no le
interesaba ser día o ser noche, si volvías por él o por mí, no le interesaba si
te daban flores o espinos, porque es inerte, ¿lo recuerdas?
Lindo regalo, como hubiera querido poder compartirlo con el grillo que no dio
ni un instante de consuelo a mis oídos, con aquel astronauta que desde su luna
lanzó su casco a mi tejado, con la carroña que me miraba desde el suelo con
todas sus tripas reventadas, y por supuesto, con la muerte que me acecha más a
menudo desde que te la llevaste: la máquina, la de escribir, porque escribo,
¿lo recuerdas?
Las ratas hurtaron mis cigarrillos, quería acabarlas, pero en lugar de discutir
con ellas, sonreí, como un bien inoportuno sonreí. No pude vomitarles conejitos
como lo haría Cortázar, pero pude embriagarlas y retorcerles el cuello como lo
haría Bukowski, no pude atrasar el despertador de mi vecina, pero pude convertirme
en cántico busetero, y no pude aplastar al grillo pero pude enviarle una postal
pidiéndole que por favor cesara de tocar su violín sofocante, porque la vida es
un cuento, ¿lo recuerdas?
El espacio se colmó de mi humo gris. Como las aborrezco, rieron a carcajadas
mientras los fumaron todos uno por uno, celebraron porque supieron del veneno
que le puse a sus galletas. Disimulé la traición y recogí, cabeza por cabeza,
tu lluvia de aniversario, que lindo regalo, sabías que odio el pescado como
odio afeitarme, que lo odio como amo a tu cenicero, porque también amo, ¿lo
recuerdas?
Una cabecita salió de su escondite y se burló del rostro con el que me dejaste
plantado en el espejo un día, no me importó, se burló de mi cántico busetero,
sonreí, se burló que en mi pecho aún estuviese abierta la herida, en seguida
tomé uno de tus zapatos verdes de tacón alto y lo aventé hacia la pared para
aterrorizarla, pero en lugar de huir me brindó un cigarrillo, mi cigarrillo, lo
acepté pensando en que ese era el mejor obsequio del día, porque fumo, ¿lo
recuerdas?
Decidí convertirme en humano y salir por un poco de vino y más cigarrillos,
porque cuando te largaste me bautizaste rata,
¿lo recuerdas?
1 comentarios:
Me encantó! ❤️
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